Tormenta de blanco algodón

By: arquitecto segovia | 2 Dic 2017

Es una mañana de coche y labores, de ésas que cansan porque tienes que mantener la concentración y la mente conforme al plan definido.

Sobre el volante, con el modo automático activado, van pasando los hitos y la mente ejecuta las órdenes que anteriormente ha recibido.

Ir aquí a hacer esto; ir allí a hacer lo otro. Asfalto, coches, atascos, suena algún cláxon. Todos parecen apresurados y tensos de tantas cosas que hay que hacer…

Súbitamente la concentración desaparece y se desvanece la ilusión. De repente nuestras mentes se paran, al quedarse nuestros ojos absortos admirando la imagen que tenemos delante de nosotros…

Y es que, entre los supermercados, la guardia civil, el polígono industrial, la gasolinera… entre el gris omnipresente del asfalto, la dureza fría y seca de los vehículos que nos rodean por todas partes, el automatismo de las vías y las conductas… Ha ocupado la rotonda y la vía un gran rebaño de ovejas que está cruzando la ciudad.

Tintineos de cascabeles, cuerpecillos de nube de algodón en los que se refleja cálidamente la luz del sol, ojillos inocentes y confiados, patitas delicadas y gráciles que caminan con alegres saltitos, simpáticos balidos como una fresca música de la primavera. Se acercan a la fuente a beber, corretean ocupando todos los espacios vacíos de la vía…

En un momento, lo han llenado todo de vida, de suavidad, de frescura, de alegría.

Seguimos en el atasco, que de hecho ha empeorado, porque todas las direcciones están atascadas y no paran de unirse a él más y más coches; pero ahora todos sonríen. Siguen atascados, siguen pendientes sus asuntos y los motivos de tantas prisas; pero todos están felices, y hacen fotos y vídeos con sus teléfonos para poder compartirlo con sus familiares y amigos. Sonríen como niños, les brillan los ojos. Los humanos nos vemos tan guapos así!!!

Las facciones se han relajado, las frentes se han despejado, los hombros vuelven por un segundo al sitio que les corresponde, volvemos a ser dueños del tiempo y no sus prisioneros. Todo por un instante está en su sitio.

De repente algo es bueno y bonito a nuestro alrededor!!

El campo es vuestro, ovejas queridas, caminad tranquilas, disfrutad de los caminos y de las aguas y de las tierras. Llenad nuestro mundo de vida, alegría, belleza, delicadeza, y de tantas otras bondades innumerables que traéis con vuestra sola presencia, y que loa humanos parecemos empeñados en destruir.

Va por vosotros mi agradecimiento y mi aprecio pues, al contrario que las personas, todo lo que hacéis vosotras, lo hacéis bien.

Espero volver a veros otro día de tormenta. iY cómo me gustaría veros todos los días de tormenta!

Virginia Santos Pérez y José Antonio Santos Pérez : )